Factores que favorecen un estilo directivo estresante

Indudablemente, un directivo estresado practica un estilo de dirección estresante per se, pero también existen formas de dirigir que terminan fomentando el estrés de la persona que dirige, además de trasmitirlo a su equipo. En este artículo quiero analizar lo segundo; los factores que fomentan y favorecen un estilo de dirección estresante.

Debemos partir de la base de que en muchos ambientes directivos acostumbran a ver el estrés como algo necesario e inevitable. Incluso parece que el estrés es la fórmula que necesitamos para rendir al máximo. Alto rendimiento y estrés van de la mano.

La imagen que transmiten las películas, la publicidad y que todos tenemos en mente de un alto directivo es alguien en permanente actividad, siempre corriendo, con la agenda llena, pegado al teléfono mientras entra en el ascensor, mirando la pantalla a la vez que habla con su colaborador…

Como escribe Byung-Chul Han en su libro “La sociedad del cansancio”, hemos pasado de una sociedad “disciplinaria” a una sociedad “de rendimiento”. Una sociedad de la inmediatez y de la velocidad con una cultura empresarial que inculca la presión constante para obtener éxito. “En realidad, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo de rendimiento, como nuevo mandato de la sociedad del trabajo tardomoderna.”

Todos tenemos claro que un adecuado grado de activación es necesario para mantener nuestro rendimiento en unos niveles óptimos, pero nuestro problema no es activarnos, todo lo contrario. Nuestro reto como directivos o directivas es tener un grado de autoconsciencia que nos permita darnos cuenta de que la mayor parte del tiempo vamos “pasados de vueltas” y que esa forma de dirigir fomenta nuestro estrés, el de nuestros equipos y disminuye el rendimiento.

Veamos algunos de los factores que interviene en un estilo directivo estresante.

  1. Multitarea y falta de foco. Los escáneres de resonancia ya han constatado que nuestro cerebro no es multitarea. ¡Lo siento!, sé que es una mala noticia que limita nuestro ego. Cuando estoy revisando los correos en la pantalla del ordenador y a la vez estoy manteniendo una conversación por teléfono con un colaborador, tengo la falsa sensación de estar centrado en dos temas a la vez, pero la realidad muy distinta. El cerebro está conectándose y desconectándose, en décimas de segundo, de un tema a otro constantemente y el gasto de energía metabólico es altísimo. Cuando la multitarea se convierte en un hábito, la calidad de nuestra atención disminuye en muchos otros ámbitos de nuestro día a día, favoreciendo la aparición del estrés.
  1. Centrarse en el hacer. Gabriel Ginebra comenta en su libro “Gestionar sin prisas” que “el concepto dominante de directivos está centrado en el HACER, mucho más que en el SABER, el PENSAR o en él SENTIR. Por eso podemos reconocer quién es el jefe, por aquel que más se mueve, aquel que está más ocupado, más disperso entre infinidad de tareas de corta duración.” Dirigir, orientado exclusivamente a resultados inmediatos, no deja espacio para el aprendizaje ni para el disfrute, dos antídotos muy eficaces contra el estrés.
  1. La no delegación y el control. “Encárgate tú de este tema porque yo ya no llego.” Esa frase me la han dicho varias veces a lo largo de mi carrera profesional y también las he oído decir a otros directores o directoras. Delegar cuando ya no se llega, cuando ya no se puede más, suele ser un síntoma claro de que se han sobrepasado unas cuantas líneas rojas y se ha entrado de lleno en el mundo del estrés.

¿Por qué cuesta tanto delegar? Pues yo creo que fundamentalmente por dos motivos. El primero es que para delegar hay que estar dispuesto a correr riesgos y eso no es asumible para muchos directivos o directivas, y el segundo, por mi experiencia muy extendido, es el afán por controlarlo todo y estar al tanto de todos los detalles. El control transmite seguridad y atenúa el miedo de las inseguridades internas de muchos altos directivos.

  1. El síndrome de la urgencia. Según Robert E. Thayer, cuando cruzamos la variable “Grado de energía” con la variable “Grado de nerviosismo”, aparecen cuatro estados básicos por donde nos movemos.

Cuando la urgencia se convierte en la forma habitual de abordar los proyectos —la famosa frase “esto es para ayer”—, hace que nos posicionemos en el cuadrante de “máxima tensión y máxima energía” donde el estrés hace su aparición y donde el cansancio se convierte en un agotamiento mental, emocional y corporal. Curiosamente, el máximo rendimiento se produce en el cuadrante de “máxima energía y máxima calma”.

Es importante que las personas con puestos directivos revisen su estilo de dirección y analicen en qué medida la forma de dirigir reuniones, de mantener conversaciones, de tomar decisiones, de priorizar, de gestionar la agenda, de controlar, de poner límites, de planificar, de delegar… se encuentra dirigida habitualmente desde una posición de estrés.

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