Los neurocientíficos van desvelando, gracias a las imágenes del cerebro que obtienen por resonancia magnética, información esclarecedora de cómo funciona nuestra mente en multitud de situaciones cotidianas. Numerosos estudios van demostrando que cuando atraviesas una etapa de estrés sostenido, tu cerebro cambia “las reglas del juego” y comienza a trabajar de otra manera. Conocer esas nuevas reglas de juego nos da muchas pistas a la hora de poder gestionar el estrés.
En este artículo me gustaría analizar algunos efectos que produce el estrés en nuestra mente:
- Convierto lo posible en muy probable.
Con estrés, la corteza prefrontal, responsable de la planificación y de procesar la información cognitiva, entre otras funciones, pierde capacidad frente a la gran actividad de la amígdala y como consecuencia los datos de la realidad no llegan. El miedo toma el control y crea un escenario paralelo que se convierte en real.
Sí, por ejemplo, me produce bastante estrés hablar en público porque tengo mucho miedo de quedarme en blanco (esa es una posibilidad que siempre existe incluso para las personas más experimentadas), el estrés hace que mi mente convierta esa posibilidad en algo muy probable. Es como si una voz dentro de tu mente te dijera: “Te vas a quedar en blanco seguro”.
- Me cuesta poner atención.
En 1990, el neurocientífico Marcus Raichle descubrió que nuestro cerebro tiene una actividad ajena a nuestra consciencia a la que llamó actividad basal por defecto (también llamada Red Basal por Defecto). Esto significa que, aunque no estemos prestando atención a nada en concreto, nuestro cerebro tiene una actividad intrínseca que dependiendo de las personas es más o menos alta.
El estrés hace que aumente considerablemente esa actividad basal. ¿Y qué consecuencias tiene? Pues que cuando tengo que poner el foco y centrarme en una tarea, la red por defecto tiene que disminuir su actividad para permitir que otra red se active y pueda poner atención a la nueva la tarea. Si la red basal está muy activada por el estrés, al cerebro le cuesta mucho generar la nueva red y poner el foco, y además como consecuencia de ese esfuerzo el gasto de energía va a ser altísimo.
Esto significa que después de un día de interminables reuniones en las que he tenido que tener una atención muy alta, cuando llego a casa, además de la sensación de falta de concentración, me encuentro completamente agotado o agotada por el esfuerzo extra que he tenido que hacer.
Una mente más calmada tiene una actividad basal más baja, por lo que le cuesta mucho menos esfuerzo poner el foco o la atención.
- Tardo mucho en decidirme.
Con estrés, nuestro cerebro tiene dificultades para tomar decisiones, la Corteza Prefrontal se ralentiza y le damos muchas vueltas a las cosas. Podemos tardar en decidir enviar un simple correo electrónico, una eternidad. Lo releemos, lo corregimos una y otra vez y dudamos antes de apretar el botón de “enviar”.
- Tengo olvidos frecuentes.
Recuerdo una reunión en la que el director recriminó duramente a una persona de mi equipo por una serie de errores que se habían producido. El nivel de estrés en la sala subió de repente diez puntos de golpe. El director pasó, inmediatamente después, a enumerar a la persona los siguientes pasos que tenía que dar a partir de ahora, supervisados por mí y luego, en última instancia, por el director.
Dos horas después apareció en mi despacho dicha persona con bastante angustia y me comentó que literalmente no se acordaba de la mitad de lo que le había dicho el director que tenía que hacer. Y por supuesto no entraba en sus planes llamar al director para que se lo repitiera.
La memoria es tremendamente susceptible al estrés. El hipocampo, la parte del cerebro que va grabando y colocando todo de forma ordenada en nuestra memoria, deja de funcionar bien y comienzan a aparecer lagunas y también un cierto desorden a la hora de recordar datos, acontecimientos y situaciones.
- Disminuye mi capacidad de conexión.
Un comercial con estrés tiene verdaderas dificultades para conectar emocionalmente con el cliente. Su nivel de empatía disminuye y su capacidad de escucha activa también queda mermada.
Por otro lado, también se ha comprobado que el estrés afecta a lo que se llama “la teoría de la mente”, es decir, la capacidad de predecir y de averiguar las intenciones del otro. Hay estudios científicos que demuestran que con estrés perdemos la capacidad de entender a la otra persona y de inferir sus estados mentales (pensamientos, deseos, intenciones), recursos fundamentales que necesitamos, por ejemplo, a la hora de sentarnos en una mesa de negociación.
- Percibimos la realidad de forma subjetiva
Ya sabemos cómo el cerebro genera una representación interna de la realidad. De todo lo que sucede yo me hago un modelo de lo que está pasando en el mundo.
Cuando tenemos estrés, esa representación interna de la realidad va a cambiar. Siempre va a estar sesgada por cómo yo me siento en ese momento. El estrés agudiza la subjetividad sobre la percepción, es decir, cuando estamos estresados, vamos a ver las cosas más como nosotros nos sentimos en ese momento (de eso se encarga una parte del cerebro que se llama la Ínsula) y es mucho más difícil ponernos a valorar objetivamente como está la situación y mucho menos ponernos en el lugar del otro.
Por todo esto, ser consciente de cómo el estrés afecta a mi cerebro es el primer paso que tengo que dar para poder comenzar a regularlo.
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Me a gustado mucho, Carlos. Es un texto claro y explicado de forma sencilla. El sesgo negativo con el cual percibimos las cosas y situaciones que nos rodean aumenta con el estrés. Solo siendo conscientes de lo que acontece en cada momento y entrenando nuestra atención, podemos deshacernos de esa visión parcial de las cosas. De esta manera conseguimos no elevar nuestro nivel de estrés reduciendo la actividad de la amígdala y dando más protagonismo a nuestro cortex prefrontal (nuestra mente sabia)
Un saludo
¡Gracias Rosa!! Hay que ser incansables a la hora de trabajar nuestro nivel de conciencia.